sábado, 15 de julio de 2017

Julio César y la literatura

Guerra Civil




Mientras Pompeyo obtenía el mando militar de España, Julio César alcanzaba el consulado el año 59. Su política  le atrajo el odio de la nobleza senatorial; pero Julio César tenía un plan bien madurado y no le atemorizaba arrastrar las iras de los poderosos; en efecto, al concluir su mandato recibió el preconsulado de Galia. Julio César emprendió una campaña gracias a la cual agregó al territorio romano toda la Galia Transalpina – la actual Francia -, pero que, para sus fines personales, significó sobre todo la posesión de un formidable ejército que estaba atado a él con lazos indisolubles.

El crecimiento del poderío de Cesar aterró a los nobles, y no asustó menos a Pompeyo. Ante el aspecto que tomaban los sucesos, Pompeyo  se dispuso a combatir a César. Pero éste tenía su decisión tomada. Así, cuando, en el año 49, llegó el momento de deponer su autoridad -y con ella sus fuerzas- exigió que se le concediera otro mando militar, y, al no obtenerlo, resolvió desencadenar la guerra civil.

El gobierno dictatorial de César duró cuatro años, durante los cuales debió realizar numerosas expediciones para derrotar a los antiguos pompeyanos. en ese tiempo, numerosas medidas de carácter social, económico y político pusieron de manifiesto el propósito de César de reorganizar la república según nuevas bases. A la autoridad de un jefe absoluto correspondería una mesa estrechamente solidarizada con él y que gozaría de la protección del Estado; la antigua nobleza, en cambio, quedaría definitivamente excluida del poder y perdería sus privilegios.

Este plan suscitó en los miembros de la clase amenazada una violenta indignación. Sus privilegios parecían unidos a la constitución del Estado, y los ataques de César parecían dirigirse no sólo contra ellos sino también contra la tradición política de la ciudad. Una conspiración encabezada por Marco Bruto puso fin a la vida de César, el año 44.




Propaganda personal






En la literatura Romana el máximo exponente de la propaganda política es Julio César, que comprobó rápidamente la efectividad de su obra, pues consiguió las mayores recompensas por ganar una guerra sin autorización del Senado.

Toda la nación de los Galos es supersticiosa en extremo, y por esta causa los que padecen enfermedades graves y se hallan en batallas y peligros, o sacrifican hombres o hacen voto de sacrificarlos, para cuyos sacrificios se valen del ministerio de los druidas, persuadidos a que no se puede aplacar la ira de los dioses inmortales en orden a la conservación de la vida de un hombre si no se hace ofrenda de la vida de otro; y por pública ley tienen ordenados sacrificios de esta misma especie. Otros forman de mimbres entretejidos ídolos colosales, cuyos huesos llenan de hombres vivos, y pegando fuego a los mimbres, rodeados ellos de las llamas, rinden el alma. En su estimación, los sacrificios de ladrones, salteadores y otros delincuentes son los más gratos a los dioses inmortales, si bien, a falta de estos, no reparan sacrificar los inocentes. [...]

                                                                                                 LA GUERRA DE LAS GALIAS

En su obra más conocida, la guerra de las Galias, César traza su propia apología personal con recursos como la referencia a sí mismo en tercera persona. La intención de la tercera persona podría ser un recurso para enaltecer su figura, o para darle un mayor carácter histórico a su vida.

Tantas como hemos dicho eran las dificultades de hacer la guerra, pero no eran menos los motivos que inducían a César a hacerla: el atentado de prender a los caballeros romanos; la rebelión después de haberse rendido; la traición tras haber entregado rehenes; la conjura de tantos pueblos, y sobre todo el temor de que si no hacía caso, no siguiesen este ejemplo otras naciones.

En este fragmento César alaba a sus soldados y explica qué razones le llevan a tomar sus decisiones. Su intención es claramente propagandística que hacen partícipe a Roma de sus victorias con la intención de ensalzar al pueblo romano. 

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