jueves, 13 de julio de 2017

Fragmento de la Iliada



El gran Príamo entró sin ser visto, y acercándose a Aquileo, le abrazó las rodillas y besó aquellas manos terribles, homicidas, que habían dado muerte a tantos hijos suyos. Como quedan atónitos los que, hallándose en la casa de un rico, ven llegar a un hombre que tuvo la desgracia de matar en su patria a otro varón y ha emigrado a país extraño, de igual manera se asombró Aquileo de ver a Príamo, semejante a un dios, y los demás se sorprendieron también y se miraron unos a otros. Y Príamo suplicó a Aquileo, dirigiéndole estas palabras:
 
—Acuérdate de tu padre, oh Aquileo, semejante a los dioses, que tiene la misma edad que yo y ha llegado a los funestos umbrales de la vejez. Quizás los vecinos circunstantes le oprimen y no hay quien le salve del infortunio y la ruina; pero al menos aquél, sabiendo que tú vives, se alegra en su corazón y espera de día en día que ha de ver a su hijo, llegado de Troya. Mas yo, desdichadísimo, después que engendré hijos valientes en la espaciosa Ilión, puedo decir que de ellos ninguno me queda. Cincuenta tenía cuando vinieron los aqueos: diecinueve eran de una misma madre; a los restantes, 
diferentes mujeres los dieron a luz en el palacio. A los más el furibundo Ares les quebró las rodillas; y el que era único para mí y defendía la ciudad y a sus habitantes, a éste tu lo mataste poco ha mientras combatía por la patria, a Héctor; por quien vengo ahora a las naves de los aqueos, con un cuantioso rescate, a fin de redimir su cadáver. Respeta a los dioses, Aquileo y apiádate de mí, acordándote de tu padre; yo soy aún más digno de compasión que él, puesto que me atreví a lo que ningún otro mortal de la tierra: a llevar a mis labios la mano del hombre matador de mis hijos.


Así habló. A Aquileo le vino deseo de llorar por su padre; y cogiendo la mano de Príamo, le apartó suavemente. Los dos lloraban afligidos por los recuerdos: Príamo acordándose de Héctor, matador de hombres, derramaba copiosas lágrimas postrado a los pies de Aquileo; éste las vertía, unas veces por su padre y otras por Patroclo; y los gemidos de ambos resonaban en la tienda.

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                                                                                            HOMERO, ILIADA


                                                                



Este fragmento, nos relata uno de los episodios más emotivos de la Iliada, el momento en el que Príamo el rey de Troya se postra ante los pies de Aquiles, el asesino de su amado hijo Héctor. 
El anciano rey suplica a Aquiles que le devuelva el cadáver del príncipe para así asegurar la entrada en el Hades de su alma. 

Sin duda se trata de la épica griega, donde encontramos al personaje principal, que encarna la fortaleza del héroe griego. Encontramos un ambiente aristocrático y caballeresco, y el lenguaje culto y bello, cargado de minuciosas descripciones y de hermosas comparaciones. En este fragmento encontramos la pasión de los personajes, propia de este género. La dignidad y el temple moral de los protagonistas, como Aquiles en este caso, que encarna los valores griegos para ensalzarlos. 

Si tuviera que definir el tema del fragmento, sin duda destacaría la templanza de Aquiles ante Príamo. Como cumple los mandatos de los dioses y no asesina a Príamo con sus propias manos, en definitiva consigue aplacar su ira. Sin embargo, no lo mueve la compasión, sino que decide devolverle el cadaver de su hijo porque ese es el deseo de los dioses. 

Pero sin duda, Príamo también refleja la indudable valentía de un hombre que suplica. Y no por ello es cobarde, sino que el amor hacia su hijo es más fuerte que su orgullo. 

El fragmento como conclusión es pura pasión. Puro sentimiento que mueve al hombre y hace obras como estas inmortales. Siempre tendrán vigencia a lo largo de la historia




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